jueves, 15 de noviembre de 2012

Vida

La vida no está en los libros, ni en las paredes sangrantes de un sólo cuarto. No se esconde entre las páginas de un diario desgastado, ni huye por las aceras grises. Me empeño en creer lo contrario, pero la vida no se juega doble o nada. No son las cartas de una baraja, ni los versos de una poesía, por mucho que lo reclamen los románticos. No son, ni serán jamás, las hojas secas de tu jardín, ni el quejido de las olas. ¿Acaso está en la espuma del café de las mañanas? No, ni nunca lo estará. No debería buscarla en las líneas de las manos, ni en las arrugas de mis ojos. Tampoco a las uñas que arañan tu espalda puedo llamarlas vida, ni al alcohol que se resbala por la calle, siendo río de recuerdos olvidados. 

Me olvidé de la tinta que empañaba el espejo, de las cálidas mañanas que carcomían las cortinas y de todos los cristales rotos que pisé. Me olvidé porque mis ojos dejaron de ver y mis oídos olvidaron escuchar. Se anularon mis sentidos cuando aprendí a respirar. Un golpe seco, como si acabase de nacer, astilló mi pecho y lanzó las motitas de polvo que flotan a tu alrededor. En ese momento entendí que la vida no es luz, ni risa. No es agua, silencio o verdad. Vida, eres tú.

A ti, que me has enseñado a vivir