domingo, 13 de octubre de 2013

Reencuentro

Apoyada en la barandilla, interrogaba con los ojos entrecerrados los orígenes y los destinos de los viajeros que desfilaban airosamente sus maletas por la única terminal de aquél reputado aeropuerto. De cuando en cuando, ella se alejaba de la multitud de carteles y rostros expectantes para comprobar, por enésima vez, los horarios previstos de llegada de cada vuelo parpadeante en las pantallas planas. 

Veinte minutos más de insoportable espera, mientras se entretenía con las historias de un grupo de jóvenes próximos a ella, se encontró de pronto con su sonriente rostro. Totalmente desprevenida y aburrida por la tardanza, no fue capaz de articular palabra ni de torcer la fina línea de sus labios hacia arriba. Una simple mueca de sorpresa precedió a un abrazo interminable, lleno de todos los besos y caricias que no cabían en un sobre. 

Dos días más tarde, ninguno de los dos podía creer la prisa que se había dado el tiempo por desaparecer. Ambos, unidos en el mismo cálido abrazo que se habían dado nada más verse, contemplaban apenados las horas de vuelta del vuelo en las pantallas planas. Sus recuerdos saboreaban todos los momentos que en tan sólo dos días habían vivido, con un suave regusto a cariño y una pizca de melancolía. 

Apoyado en la barandilla de las escaleras mecánicas, guardaba en su retina su pequeña silueta junto al andén helado y desierto. Ella le despedía dulcemente con la mano, con ojos vidriosos llenos de promesas que habría de cumplir a la vuelta, cuando le devolvería todos los besos y caricias que no le habrían entrado en la maleta. 

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