domingo, 2 de febrero de 2014

Desde Roma con Amor - XV

El nuevo año se me pasó realmente rápido, al menos la primera parte, hasta llegar al final de los exámenes y el comienzo de un nuevo largo verano.  Entre medias, nada cambió en mi vida. Seguía compartiéndola con él, recorriendo juntos Madrid, en busca de nuevos rincones de los que enamorarnos. Nuestras vidas siguieron el mismo camino durante todos los meses del invierno y la primavera, hasta que llegamos a los ardientes del verano. Siempre ha sido mi estación del año favorita, pero mucho más aún desde que salía con ojos negros. Sin ninguna preocupación, deber o trabajo pendiente, Izan y yo disponíamos de mucho más tiempo aún para estar juntos, hacer cosas nuevas, ver mundo o quedarnos entre las sábanas. 

El pasado verano fue considerablemente largo, pues aprobé todas las asignaturas a la primera, pudiendo disfrutar de tres meses de calor, diversión y total libertad. Muchas cosas fueron las que viví en la época estival, pero hay dos de ellas que quedarán para siempre grabadas en mi memoria. 

La primera de ellas fue mi viaje a Luarca con Izan, completamente solos. Sin pensárnoslo dos veces, nos subimos a mi coche con un par de maletas y cinco horas de viaje por delante. Se pasaron más rápido de lo que esperaba, por lo que llegamos con energía y ganas de deshacernos del equipaje, incluida nuestra ropa. 

 Los días pasaban con más prisa de la que habríamos deseado, pero los aprovechábamos al máximo con nuestras visitas a la playa, donde ojos negros se volvía loco cuando la marea estaba baja, ansioso por zambullirse en ella en busca de peces y tesoros ocultos olvidados junto a las rocas. Yo le seguía con cierta dificultad, hasta que finalmente me veía obligada a volverme a la orilla. Cuando no estábamos bañándonos, hacíamos alguna excursión o paseo por el pueblo y así, sin ninguna prisa pero con mucha ternura, pasó una semana fantástica en el norte de España.

La segunda cosa que dejó una huella imborrable en mi verano vino un poco después de nuestra escapada a Luarca, aunque esta vez no estaba con él. Me fui con mis amigas durante cinco días a un festival de música electrónica en Castellón. Nos alojamos en un camping, pero hacíamos vida en la playa y en el recinto de festivales. El último día de conciertos coincidía con mi cumpleaños, lo cual me hacía mucha ilusión por poder celebrarlo con mis amigas, aunque deseaba poder estar con Izan también. A las doce del día 17 de agosto, recibí una llamada suya felicitándome. Como estaba en el concierto no pude oírle bien y quedé en llamarle más tarde, pero como no me lo cogía, le escribí un sms cuando iba de camino al camping. Mi sorpresa fue al cruzar el paseo marítimo y levantar la cabeza, pues no podía creerme quién estaba plantado frente a mí.

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