domingo, 9 de febrero de 2014

Veranito

Cuando de alguna boca despistada se escapa la palabra verano, los ojos prácticamente se nos salen de las cuencas y nuestros propios labios comienzan un baile frenético e incontenible, al tiempo que salivamos y relamemos hasta la última letra. Algunos hasta se remueven inquietos en sus asientos, como si un interruptor mágico escondido en la nuca acabase de hacer clic automáticamente; otros incluso rompen a sudar imaginándose bajo el abrigo del sol, achicharrados en la arena o meciéndose en la tumbona con un alcohol ligerito en la copa. 

El veranito se ha convertido en la única de razón de ser, actuar, trabajar y estudiar para todas y cada una de las personas que conozco, incluyéndome yo misma. En los días grises y lluviosos como hoy, mi mente se va a la deriva de la imaginación y la memoria, una mezcla fatal cuando tengo cosas pendientes que hacer, pues soy muy dada a los ejercicios mentales de visualización: un bikini nuevo, otro corte de pelo, una "jartá" de cervecitas en la terraza, una noche de tapas, días sin horarios, y sol, sobre todo, mucho sol.  

Normalmente es una especie de terapia, pero el problema llega cuando se convierte en nuestro único objetivo, herramienta de supervivencia anual y justificante de todas y cada una de nuestras acciones. ¿No estaremos dejando atrás grandes momentos en nuestra precipitada carrera hacia el verano?

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