El día que un emprendedor desconocido creó bolas gigantes de plástico en las que meter a la gente para hacerles rodar como hámsters, copiado casi al segundo por una interminable hilera de empresas sin ideas propias, ese día, se hicieron realidad los sueños de millones de niños y niñas repartidas a lo largo de todo un mapa mundi. Y no sólo de niños, sino también de adultos que, a la espera de un milagro que cambie la fatigosa rutina de sus días, frotan con ardiente deseo las lámparas de su mesilla pidiendo una burbuja gigante en la que poder meterse y pasar del mundo. Este deseo frotado sobre la coronilla del calvo jubilado de la ONCE se ha hecho posible gracias a dicho emprendedor. Ahora por fin podemos olvidarnos del ruido, la contaminación y, si el plástico lo permite, hasta de los cancerígenos rayos solares que abrasan nuestras retinas cuando el día está despejado. Podemos, con la ayuda de esta mágica esfera, rodar, que no andar, sobre las aguas, pero aún estamos a años luz de hacer con los panes peces. Habremos de esperar a que algún afortunado de la cola del INEM se le ocurra algo mejor que vendernos estrellas u ofrecer humillaciones empaquetadas en bolas gigantes de plástico.
Ole tú, Raquel, en serio, me ha encantado, más cierto no ha podido ser :)
ResponderEliminar¡Un beso muy muy muuy grande! <3
Gracias guapa!
EliminarUn besazo!