A la familia no tenemos la suerte de elegirla, pero a los amigos sí, gracias a Dios, y eso que soy atea (o indecisa, según como se mire), así que si tienes un amigo que valga la pena, consérvalo, y no es un mensaje de la Dirección General de Tráfico, pero debería.
Desconozco al listo que triunfó con lo de que "el perro es el mejor amigo del hombre" -y que conste que soy muy animal lover, sobre todo de los gatos- pero a mí los únicos que me escuchan cuando he tenido un día de perros, de esos en los que me pasearía por mi barrio con cuchillo jamonero en mano, o quienes me consuelan cuando lo veo todo negro, tienen pelo, pero no tanto.
Y sí, los cuento con los dedos de una mano, cosa que, por otro lado, a mi coche y a mí nos viene de perlas cuando tenemos que llevarles a algún lado, pero más vale la calidad que la cantidad (sin malpensar, guarrillos). No obstante, cierto es que hay que tener amigos hasta en el infierno, pues multiplicar los contactos de Facebook puede sacarnos de algún que otro apuro en más de una ocasión. Supongo que de ahí viene mi renovado interés por conocer gente nueva, especialmente si son guiris, que tengo que mejorar mi spanglish.
En cualquier caso, orgullosa y satisfecha me siento con los que tengo, que me valen tanto para hablar inglés como para pedir otra ronda de chupitos. A todos ellos les digo que hay un amigo en mí.